Por: Nicolás Pérez
La relación diplomática, comercial y política con Estados Unidos debe estar por encima de cualquier diferencia ideológica y preservarse en el ámbito institucional. Ambos países se necesitan mutuamente y la designación de Luis Gilberto Murillo como Embajador en Washington es un acierto para que la Casa Blanca y el Palacio de Nariño trabajen coordinadamente en metas comunes.
Razones hay de sobra para recalcar la importancia de mantener la estrecha relación con la tierra del Tío Sam. Estados Unidos es de donde proviene la mayor cantidad de inversión extranjera directa en nuestro País. Nada más en 2021 el capital ascendió a US$1.721 millones y de 2019 hacia atrás, antes de la pandemia, esa cifra rondaba en un promedio anual de US$2.400 millones.
Además, Washington le entrega a Bogotá anualmente US$471 millones por concepto de cooperación internacional, a lo cual hay que adicionar el hecho que el 42% de los turistas extranjeros que llegan a Colombia por vía aérea provienen de Estados Unidos y, por si fuera poco, en ese País residen más de 1 millón de colombianos, convirtiéndose en la Nación donde se concentra la mayor cantidad de nacionales en el extranjero.
Igualmente, no puedo dejar de mencionar el hecho que la Unión Americana es el principal destino de las exportaciones colombianas, con más de US$10.960 millones en 2021, y las importaciones desde esa Nación ascendieron a US$14.071 millones, de las cuales cerca del 70% corresponden a bienes que no se producen en Colombia.
En otras palabras, Estados Unidos es nuestro principal socio comercial. La economía nacional depende en buena parte de lo que suceda en suelo americano y las decisiones que se tomen desde y hacia Washington tienen un impacto inmediato en el día a día de los colombianos.
Por eso, es fundamental que el cambio de Gobierno no altere la estrecha relación que han tenido ambos países desde hace más de 20 años. De hecho, en Colombia debemos replicar la dinámica que siempre se ha visto en Estados Unidos hacia nosotros, donde se ha preservado una política bipartidista que no presenta mayores cambios, independientemente de si los demócratas o los republicanos están en el poder.
Y claro, para nadie es un secreto que la llegada de la izquierda al Palacio de Nariño genera cierta incertidumbre frente a la política exterior que se desplegará en los próximos años frente a Washington. Sobre todo, si se tienen en cuenta las críticas que ese sector ha hecho a lo largo del tiempo en contra del Plan Colombia, el TLC o la lucha anti drogas.
Afortunadamente, la nueva administración ha adoptado decisiones rápidas para tranquilizar a todos los sectores y hacer a un lado dichas inquietudes. Una de ellas, fue designar a Luis Gilberto Murillo como Embajador, lo cual, en mi concepto, fue un acierto.
No solamente lo digo por el hecho que Murillo sea ciudadano americano, sino por su trayectoria profesional. Además de haber sido Gobernador y Ministro, residió durante varios años en la capital estadounidense, donde inicialmente se exilió tras ser víctima de secuestro y posteriormente se vinculó a varias organizaciones como la FAO de las Naciones Unidas y la American University.
Es decir, es un funcionario que no es ajeno a Washington, tiene un vínculo personal de varias décadas con Estados Unidos, conoce la dinámica de esa ciudad y tiene experiencia en el sector público. Un perfil adecuado para fungir de puente entre ambos Gobiernos, lo cual parece ya estar dando frutos tras la reunión que sostuvieron los delegados de las administraciones Biden-Petro.
En últimas, lo que nunca podemos olvidar es que una buena relación con Estados Unidos no beneficia a Petro ni al Pacto Histórico, sino a todos los colombianos. Es un tema de Estado que debe estar por encima de cualquier diferencia y abordarse desde un ámbito institucional. Puede que haya distancia con la nueva administración en muchos temas, pero este no puede ser uno de ellos. El bien de Colombia siempre deberá ser la prioridad.