Por: Nicolás Pérez
Se cumplió un año desde que Gustavo Petro asumió la Presidencia y el balance es bastante incierto en materia económica. Los anuncios de los Ministros, la reforma tributaria y las reformas de este Gobierno generan más preguntas que respuestas y crean un panorama desolador para varios sectores. Las preocupaciones son serias y las cosas se pueden agravar en los próximos meses.
En primer lugar, la política energética de esta administración cayó como un baldado de agua fría para más de uno. A pesar que el petróleo representa el 55.4% de las exportaciones y cerca del 40% de la inversión extranjera que llega al País, la Ministra de Minas anunció que suspendería la exploración de este hidrocarburo, lo cual conlleva a poner en jaque la sostenibilidad fiscal y energética de Colombia a mediano plazo.
Como consecuencia, la acción de Ecopetrol pasó de $3.586 en marzo de 2022 a $2.365 el 7 de agosto de 2023 y el dólar, entre otras razones, superó el tope de los $5.000 en noviembre de 2022. Ambos factores golpean fuertemente las finanzas de la Nación y castigan con severidad el bolsillo de los colombianos.
En segundo lugar, de manera inexplicable el Gobierno desmontó los incentivos a la inversión que con éxito establecimos en 2018 y 2019 y que permitieron que Colombia lograra la tasa de crecimiento económico y de inversión extranjera directa más alta en seis años.
Gracias a estas medidas, que incluían beneficios para el turismo, el agro, potenciaba las megainversiones que generaran empleos, etc., el País pudo crecer al 10.6% en 2021 y 7.3% en 2022. Lo que funciona no tiene por qué eliminarse y estos incentivos funcionaron a plenitud. Hoy a duras penas las proyecciones calculan un crecimiento mediocre del 1.5% para 2023.
En tercer lugar, las reformas sociales que presentó el Presidente al Congreso tienen un costo tan alto que ni siquiera el Gobierno lo tiene calculado. El impacto fiscal de la reforma a la salud se calcula en $114 billones durante la próxima década, con la pensional los fondos privados deberán trasladarle a la Nación cerca de $300 billones y la laboral seguramente derivará en despidos masivos.
¿De donde saldría el dinero para costear todo eso? Nadie sabe. El Ministerio de Hacienda no lo tiene previsto en el Marco Fiscal de Mediano Plazo, a tal punto que el Comité Autónomo de la Regla Fiscal señaló que el Gobierno no incluyó estos gastos en su programa económico y, más grave aún, se podría incumplir la regla fiscal, es decir, la meta de déficit con la cual le mostramos a los mercados que somos responsables con nuestras cuentas y en unos años dejaremos de gastar más de lo que nos entra.
En cuarto lugar, estamos sufriendo la inflación más alta de las últimas décadas. A pesar que es un problema estructural que le quedó al mundo tras el gasto adicional que tocó hacer para mitigar los efectos de la pandemia en 2020, lo cierto es que el Gobierno no pone de su parte para controlar esta situación.
Por ejemplo, el alza en el precio de la gasolina tiene un impacto directo en el sector transporte y, en consecuencia, en todos los bienes y servicios que compran los hogares. Además, en noviembre entrará a regir el impuesto a los alimentos que se aprobó en la reforma tributaria, con lo cual el costo de vida, que está en 12.13%, seguirá disparado.
Finalmente, cómo no hablar de los sectores que están afrontando una dura crisis. En la construcción se avecinan desistimientos masivos en la compra de vivienda de interés social tras el incremento de las tasas de interés, el alza del salario mínimo, con el cual se calcula el valor de estos inmuebles, y los problemas de Mi Casa Ya. Hoy ya no son rentables los proyectos y las familias no tendrán otra salida que retirarse de ellos o asumir deudas impagables.
Por su parte, la decisión del Ministerio de Hacienda de ponerle tarifa plena de IVA a los tiquetes y hoteles, que hace dos años disminuimos al 5%, tiene contra la pared a este sector. Los precios subieron a tal punto que es más rentable viajar al extranjero que recorrer internamente el País. Y eso que el Gobierno pensaba sustituir las rentas petroleras con un incremento del turismo.
Como ven, el panorama no es alentador. La incertidumbre ha marcado la pauta de este Gobierno y la terquedad de sacar adelante las reformas a cualquier costo no envía un buen mensaje. Estamos lejos de recuperar el grado de inversión y el gasto desproporcionado de esta administración se convertirá en un dolor de cabeza que ojalá se pueda corregir antes que sea demasiado tarde.