Por: Nicolás Pérez
Senador de la República
Apreciados colombianos:
Este domingo elegiremos al próximo Presidente de la República y quiero invitarlos a que soñemos juntos con un cambio. Un cambio que no pone en riesgo la economía ni las instituciones, sino que hace posible eso que tanto anhelamos pero que no hemos podido lograr: derrotar la corrupción.
Inconcebiblemente en Colombia se pierden 50 billones anuales por este flagelo y por más que tenemos una infinidad de leyes y decretos que tratan este tema, nada pasa. Todo sigue igual. Por eso, necesitamos un capitán que asuma el mando del barco y emprenda una batalla heroica en defensa del patrimonio público.
Alguien que ya tiene solucionada su vida económica y no busca el poder para enriquecerse. Alguien independiente que rechazó las alianzas con la política tradicional y no tiene compromisos. Alguien que conoce las necesidades de las regiones y no tiene miedo a enfrentarse a los grandes poderes de siempre. Alguien que financió de su propio bolsillo su campaña y no aceptó donaciones que después lo ataran de manos. Alguien que podría estar tranquilo disfrutando de su jubilación, pero que prefirió poner su experiencia al servicio del País para hacer los cambios que nadie ha sido capaz de llevar a cabo.
Ese es Rodolfo Hernández. Un ingeniero que habla directo, dice lo que piensa, no adorna la realidad con mentiras y no le tiembla la mano para decir la verdad en la cara. No es un político de siempre, de esos que saltan de Gobierno en Gobierno en busca de un puesto. Es un ciudadano común y corriente que se cansó de ver las noticias de desfalcos, sobrecostos y robos en el Estado y decidió hacer algo al respecto.
Un colombiano que tiene los pantalones bien puestos para acabar con la vagabundería en que se ha convertido el Estado. No puede ser posible que en un País donde 22 millones de personas subsisten con menos de $331.688 mensuales, el Gobierno destine recursos a gastos suntuosos, viajes, viáticos, consejerías, celulares, cocineros y burocracia innecesaria.
A todo eso hay que ponerle un tatequieto y Rodolfo ya demostró que puede hacerlo. En Bucaramanga le quitó la chequera a los politiqueros, recortó todos los gastos innecesarios y saneó el déficit de la ciudad.
Además, como ingeniero que conoce cómo funcionan las obras en el País, acabó con los carteles de únicos proponentes, quitó el negocio de los sobrecostos en las construcciones e incrementó el número de participantes en las licitaciones. En otras palabras, dejó sin negocio a los corruptos.
Y eso es precisamente lo que necesitamos en el Gobierno Nacional. Un funcionario que no se arrodille ante los contratistas ni viva del qué dirán, sino que solamente se preocupe por mejorar la calidad de vida de todos los colombianos por igual, sin importar si son ricos o pobres, blancos o negros o si viven en la ciudad o el campo.
Colombia es un País hermoso, bendecido con una geografía inmejorable y una calidad humana excepcional. Lo tenemos todo para ser prósperos, para vivir en las mejores condiciones y para que las nuevas generaciones se sientan orgullosas de su Patria. Lo único que necesitamos es acabar de una buena vez con los politiqueros que se aprovechan de la buena fe de los colombianos y Rodolfo puede hacerlo.
No tenemos que ponernos a experimentar con modelos fallidos que acaban con las fuentes de empleo en las ciudades. Más que ponernos a inventar y a asumir riesgos de los cuales nos podemos arrepentir, lo que requerimos es de un líder que nos devuelva la esperanza y que nos haga creer que Colombia sí es posible.
Creo en Rodolfo, creo en su talante y creo en Colombia. Juntos, como sociedad, podemos sacar adelante a este País que tanto queremos de la mano de un ingeniero que no busca atornillarse en el poder ni hacer del Gobierno su caja menor, sino hacer lo que todos los colombianos anhelamos: que se acabe la robadera.
Su administración, no tengo dudas, sería una de las mejores de los últimos tiempos. Cercana a las personas, alejada de las prácticas clientelistas y, lo más importante, con la capacidad de unificar al País después de tantos años de polarización y de devolverle la confianza a los colombianos en sus instituciones.
¡Rodolfo Presidente!