Por: Nicolás Pérez
Senador de la República
El dólar sigue por las nubes y no parece haber forma de controlarlo. Nuestra moneda cada vez tiene menor valor y las afectaciones a la economía son notorias. Una tasa de cambio alta encarece el costo de vida de los colombianos y cercena la capacidad adquisitiva de los hogares. El problema es real y evidencia las preocupaciones que existen frente a la nueva administración, las cuales siguen sin poderse evaporar.
Como tal, el mercado tiene una dinámica bastante particular: funciona en torno a la expectativa de lo que pueda llegar a pasar, casi como un intento constante de predecir el futuro. Por eso, entre más certeza tengan los actores de lo que va a ocurrir, hay mayor estabilidad y los precios tienen un comportamiento que, en general, no presenta variaciones radicales.
Por el contrario, cuando el panorama no está claro, ya sea por razones políticas, institucionales, sociales o económicas, la incertidumbre reina y el temor a posibles consecuencias negativas se apodera de los inversionistas, lo cual es apenas lógico. Al fin y al cabo, cuando una persona tiene comprometido su patrimonio en un determinado proyecto lo último que quiere es que este se encuentre expuesto a riesgos adicionales a los propios de los negocios.
Cuando ello ocurre y las expectativas del mercado frente al contexto global o nacional no son positivas, los inversionistas suelen proteger su capital y refugiarse en activos estables que superen las dificultades de la coyuntura, de tal forma que puedan movilizar su dinero fácilmente en caso que se materialicen las preocupaciones de los analistas.
Por ejemplo, tal como lo relaté en la columna de la semana pasada, la fuerte caída que tuvo la acción de Ecopetrol desde la segunda vuelta se explica, en buena parte, por la incertidumbre que existe frente a la política energética del nuevo Gobierno, puntualmente si se va a suspender o no la exploración de nuevos yacimientos de petróleo, lo cual lleva a las personas a vender las acciones que tengan en la empresa.
Y es ahí cuando entra en acción el dólar. Al ser uno de los activos refugio más importantes que existe, dado el respaldo que tiene como moneda de la mega-potencia mundial, los inversionistas acuden a él cuando hay incertidumbre. En términos prácticos, enajenan sus acciones en empresas y proyectos y adquieren la divisa de forma masiva, lo que conlleva a que esta suba de precio y empiece a escasear.
De hecho, en las últimas semanas la falta de dólares para la compra en las casas de cambio es notoria, lo cual ayuda, junto a las proyecciones de los analistas, a que se haya registrado el mayor precio en la historia, superando los $4.200 y dejando en evidencia que persiste el temor a las medidas de la nueva administración.
Tan es así, que desde las elecciones hasta este viernes el dólar pasó de $3.904 a $4.205. Un incremento de $301 pesos que implica que los colombianos somos un 7.7% más pobres que hace dos semanas, algo que no pudo mitigar, por ahora, el nombramiento del próximo Ministro de Hacienda.
Lo peor, es que si el mercado no encuentra confianza en el siguiente Gobierno la situación podría complicarse y la devaluación del peso aumentaría, llevando a que, inclusive, a raíz de la incertidumbre la diferencia entre el precio del dólar negro y el oficial se reduzca, causando que llegue a ser más costoso el primero, algo que por lo general no sucede en Colombia salvo en momentos de inestabilidad.
Debido a lo anterior, la prioridad de la institucionalidad económica del País debe ser la generación de confianza. Sin ella y con un mercado lleno de expectativas negativas, no podemos esperar nada distinto a una tasa de cambio cada vez más alta. Y con eso, todos perdemos.