Por: Nicolás Pérez
El año pasado Costa Rica sacó adelante una de las regulaciones más innovadoras en términos de atracción de inversión: la Ley de los nómadas digitales, la cual adopta un conjunto de beneficios migratorios y tributarios que entienden las dinámicas actuales del mercado laboral y que deberíamos replicar en Colombia para atraer nuevos recursos.
En concreto, esta Ley dice lo siguiente: si usted es un extranjero que trabaja de forma remota y tiene ingresos mensuales superiores a los US$3.000, o US$4.000 si tiene dependientes, puede aplicar para una visa de trabajo por un año, prorrogable por un año más, que le permitirá entrar y salir del País sin limitaciones.
Además, durante su estadía en Costa Rica no pagará impuestos por las utilidades que ya sean gravadas por el País de donde provenga su remuneración y tampoco deberá cancelar tributos por ingresar los elementos especializados necesarios para su trabajo, tales como computadores, celulares, cámaras, etc.
Aunque en principio puede sonar extraña una regulación de este tipo, lo cierto es que el País centroamericano entendió que las dinámicas laborales cada vez más se alejan de las formalidades tradicionales, sobre todo para las nuevas generaciones, lo cual abre una oportunidad para atraer flujo de personas y recursos a su territorio.
Por ejemplo, pensemos en este caso. Un desarrollador de software no necesita estar sentado en una oficina de 8 a 5 marcando tarjeta de ingreso y salida. Su trabajo lo puede hacer de forma remota desde cualquier parte del mundo donde se pueda conectar a internet. Y así lo entienden las empresas. La evaluación de desempeño no está marcada por cuántas horas estuvo presencial en la compañía, sino de acuerdo a los resultados obtenidos.
Por eso, esta población, que tiene una facilidad enorme para movilizarse, terminará siendo disputada por los Países para llevárselos a su territorio. Porque claro, a pesar que no paguen impuesto de renta, su llegada implica gastos en arriendo, transporte, alimentación y entretenimiento que dinamiza la economía local.
Y a eso es lo que le está apuntando Costa Rica, a otorgarle incentivos a personas mayoritariamente jóvenes para que trabajen remotamente desde allí. Una apuesta inteligente si se tiene en cuenta que, de acuerdo al BID, Latinoamérica requerirá 1.2 millones de programadores a 2025 y la alta demanda tendrá un ritmo de crecimiento estimado del 65% debido al déficit actual de desarrolladores.
De hecho, y hago un paréntesis para tocar un tema preocupante, en este aspecto las cifras de Colombia no son nada buenas. Actualmente tenemos un déficit de 80.000 programadores y se estima que para 2025 esa cifra ascenderá a 112.000. No estamos enfocando la formación de los jóvenes para las demandas del mercado y, en consecuencia, perdemos competitividad y capacidad de desarrollo en un segmento donde países como México, Brasil y Argentina nos están tomando la delantera.
Dicho esto, lo cierto es que el mercado de desarrolladores de software tiene un potencial de crecimiento como pocos a mediano plazo. Miles de jóvenes de todas las naciones se adentrarán en la materia y tendrán la facilidad de trabajar remotamente desde cualquier sitio. Y Colombia, al igual que Costa Rica, debería crear un marco legal que convierta al País en un destino atractivo para estas personas.
Con una ventaja adicional, y es que nuestra eventual Ley de nómadas digitales podría establecer incentivos más agresivos que los creados en el País centroaméricano. Por ejemplo, la base mínima de ingresos de US$3.000 mensuales, que para Colombia implica un flujo de ingresos bastante alto, se podría disminuir considerablemente.
Asimismo, el término de la visa se podría aumentar a un periodo muy superior al año que ofrecen los ticos y los incentivos tributarios deberían extenderse a la adquisición de activos que amarren a mediano plazo al nómada digital al País, tales como la finca raíz.
De esta manera, Colombia tendría los dientes para competir mano a mano con otras Naciones para atraer flujos de inversión provenientes de una de las poblaciones con mayor expectativa de crecimiento en las próximas décadas y, de paso, se ayudaría a estabilizar el precio del dólar en el País, dado que habría más divisas americanas circulando en nuestro territorio.