Por: Nicolás Pérez
Hace un par de semanas abordé algunas de las preocupaciones que genera la reforma tributaria. Entre otros, los sectores de vivienda, turismo y producciones audiovisuales son seriamente afectados por el proyecto, pero lo que sucede frente al mercado de valores es aún más grave. La asfixia tributaria que se propone es descomunal y, desafortunadamente, las consecuencias pueden ser devastadoras. Aquí les explico por qué:
Como tal, la reforma propone dejar a un lado la tarifa del 10% que actualmente existe para el impuesto a los dividendos y, en su lugar, incrementarla de esta manera: los no residentes en Colombia pagarían un 20% y los residentes entre el 19% y 39%. Algo realmente problemático por varias razones.
La primera, no tiene sentido que los nacionales paguen más impuesto que los extranjeros. De mantenerse intacto este tratamiento desigual, lo que muy seguramente terminará sucediendo es que los inversionistas colombianos se exilien en países cercanos como Panamá o Estados Unidos y, desde allá, compren las acciones de las empresas.
La segunda, elevar la tarifa de los dividendos a un margen que oscilará entre el 19% y 39% desincentivará por completo la inversión en empresas colombianas, dado que la carga impositiva terminará siendo excesivamente alta al sumar el pago a cargo de la sociedad y el socio.
Al fin y al cabo, a la referida tarifa a los dividendos hay que adicionar el impuesto de renta de persona natural que también oscila entre 19% y 39%, el 35% del impuesto de renta corporativa, el ICA y el 4×1000, sin mencionar el predial que varía dependiendo del número de inmuebles propios que se utilicen para la operación de la empresa y el impuesto al patrimonio que se revive en este proyecto desde los $2.700 millones.
De hecho, hace tres años, cuando discutimos en el Congreso la Ley de Crecimiento Económico de 2019, logramos hundir en la Plenaria del Senado, por esa misma razón, la propuesta que quería aumentar del 10% al 15% la tarifa del impuesto a los dividendos. Algo que facilitó los buenos indicadores que vimos en este tiempo.
Y cabe señalar que el mercado de valores no es un sector reservado para los mega-ricos. Todo lo contrario, es uno de los mecanismos de financiamiento más valiosos para cientos de empresas que requieren recursos para funcionar y crecer, lo cual, en últimas, termina beneficiando a toda la población. Entre más capital tengan las compañías, más personas pueden contratar.
Asimismo, cabe señalar que una de las principales inversiones de los fondos de pensiones es la compra de acciones, lo cual no beneficia al Grupo Aval ni al GEA, sino a los 18 millones de trabajadores que tienen su ahorro pensional depositado en estos fondos y que reciben rendimientos que, al final del día, se traducen en una pensión de mayor valor, razón por la que el incremento en la tarifa de los dividendos incidirá, de paso, en jubilaciones de menor monto.
Y por si esto no fuera poco, el proyecto elimina la disposición que sostiene que no constituye renta ni ganancia ocasional la enajenación de acciones de una empresa cuando no superen el 10% de las acciones en circulación de la sociedad.
En otras palabras, cualquier persona común y corriente que quiera utilizar sus ahorros para negociar un par de acciones también deberá pagar el impuesto de renta sobre la venta que realice de ellas, sin importar si el monto es mínimo.
Por eso, la preocupación con el proyecto es mayor. Este le propina un golpe letal al mercado de valores y, en últimas, hace todo lo posible para que menos personas inviertan en empresas colombianas. Al ser la tasa de tributación tan alta, dejará de ser atractivo convertirse en accionista, con lo cual muy seguramente los inversionistas tomarán sus recursos y se los llevarán a otros países que les ofrezcan mejores condiciones, dejando a nuestras empresas con dificultades de financiamiento y miles de empleos en el limbo.
Ojalá, por el bien del País, que las Comisiones Económicas del Congreso escuchen las alarmas que se han encendido frente a la tributaria y modifiquen un proyecto que, como está hoy en día, hace que emprender y generar trabajo en Colombia sea una misión imposible.