Por: Nicolás Pérez
Fico inició con pie derecho su segundo periodo como Alcalde de Medellín. Tras recibir un claro apoyo por parte de todos los medellinenses que vimos en él la opción para poner la casa en orden y recuperar la confianza en nuestra ciudad, estructuró un gabinete serio, responsable, con manejo político y alta capacidad técnica. Justamente lo que se necesita en este tipo de posiciones.
En primer lugar, el nombramiento de John Alberto Maya como Gerente de EPM no pudo ser más acertado. Con 38 años de experiencia en el sector energético y 28 años de trabajo en EPM, Maya conoce en detalle el funcionamiento y las necesidades de la empresa. Tiene un perfil técnico que permitirá recuperar las reglas de gobierno corporativo, evitar que las decisiones del conglomerado se vean afectadas por interferencias políticas y sacar adelante los proyectos de inversión que están en marcha.
Algo necesario para que las calificadoras de riesgo vuelvan a ver con buenos ojos la gestión de EPM después de varios años de confrontaciones y controversias, donde, entre otras cosas, hubo cuatro gerentes en 15 meses.
En segundo lugar, y ligado con lo anterior, la Junta Directiva de EPM quedó conformada por perfiles que brindan tranquilidad al mercado y la ciudadanía. Por ejemplo, cómo no celebrar la llegada de Felipe Bayón, el ex Presidente de Ecopetrol que lideró la petrolera durante 7 años y 3 Gobiernos, de Luis Felipe Henao, ex Ministro de Vivienda, de Luis Fernando Rico, ex Gerente de Isagen, de Josefina Agudelo, Presidente del grupo TCC, o de Luis Fernando Álvarez, ex Presidente del Consejo de Estado.
Su trayectoria y conocimiento permite entrever que EPM volverá a ser la joya de la corona, será administrada con fundamento técnico y recuperará su lugar como la empresa líder del sector de servicios públicos. Además, que no volverá a ser utilizada como caballo de batalla para enfrentar al empresariado con la ciudad.
Y este es quizás el punto más importante en el cual debe trabajar Fico. Durante varias décadas Medellín fue un referente a nivel nacional de trabajo articulado entre sector público, privado y la academia. Mientras en Bogotá cada cuatro años tocaba arrancar desde cero porque las peleas políticas no permitían construir acuerdos básicos, en la capital antioqueña se mantuvo un esquema de ciudad que fue superior a los cambios de administración y trascendió en el tiempo, lo cual nos permitió posicionarnos como un eje de innovación y desarrollo.
Sin embargo, durante los últimos cuatro años esa relación se fracturó. El empresariado paisa, que históricamente fue orgullo de la región, fue satanizado. No se volvió a trabajar de la mano con la industria y a la academia no se la tuvo en cuenta. Eso es algo que no puede volver a suceder. Medellín debe recuperar su esencia y reintegrar a todos los actores en una misma visión de desarrollo.
En tercer lugar, a cargo de las Secretarías quedó un buen grupo de funcionarios. Por un lado, están quienes trabajaron en la primera administración de Fico y repiten en 2024. Allí encontramos cerca de 17 personas que hace ocho años demostraron su capacidad gerencial y dieron resultados positivos.
De hecho, en términos generales, son pocos los nombres que cambian, lo que deja entrever que en los próximos cuatro años se mantendrá el estilo que se implementó de 2016 a 2019. Fico se resguardó en su círculo más cercano y no se aventuró a hacer grandes cambios, lo cual es apenas entendible. Cuando los equipos funcionan, se mantienen y este bloque de servidores logró posicionar a la ciudad sin escándalos y con compromiso.
Por otro lado, están las pocas caras nuevas, las cuales tienen un origen más político, principalmente del Centro Democrático, y le permitirán garantizar un margen de gobernabilidad en el Concejo a la actual administración.
En últimas, con buenos ojos veo el gabinete que conformó Fico. No cayó en la politiquería que termina saqueando el erario público ni en el excesivo hermetismo técnico que no es capaz de dialogar con la ciudadanía para entender sus necesidades. Confluyó en un punto medio con disposición de escucha y capacidad de ejecución.