Por: Nicolás Pérez
Mucho, pero mucho cuidado deben tener las familias con endeudarse en estos momentos. Las tarjetas de crédito, que permiten salir de más de un aprieto, están ad portas de convertirse en el camino a la quiebra de los hogares si se usan de manera irresponsable. Todo como consecuencia del fuerte incremento en la tasa de usura.
Una realidad que le pega al corazón de nuestra cultura, dado que para nadie es un secreto que en Colombia estamos acostumbrados a la tradición del tarjetazo, de la compra impulsiva que pagaremos en un futuro sin saber cómo. Casi como una extensión del “Dios proveerá” que nos anima a correr riesgos en el presente que de alguna manera solucionaremos más adelante. Y eso hasta cierto punto es aceptable, pero no en esta época. Aquí les explico por qué:
La tasa de usura es el interés máximo que por Ley le pueden cobrar los bancos a los usuarios en los créditos. Hace dos años, en enero de 2021, esta tasa era del 25.98%. Una cifra relativamente baja que incentivaba a los hogares a consumir después de la pandemia. Sin embargo, para este mes la usura se ubicará en 43.26%. Sí, casi el doble.
Esto significa que si se hace una compra diferida a 12 cuotas se terminará pagando casi la mitad de la misma en intereses. Por ejemplo, por un producto que cueste $10 millones al final del año se cancelarán $4.3 millones por concepto de interés. Una barbaridad.
Aunque esto es difícil de entender, hay una explicación detrás: para reducir la inflación el Banco de la República subió las tasas de interés de los préstamos que realiza a los bancos para que estos tengan liquidez, a tal punto que estas pasaron del 1.8% en septiembre de 2020 al 11% anual en octubre de 2022.
El objetivo de esa decisión es recoger el exceso de dinero que actualmente circula en la economía, de tal forma que los precios de los productos disminuyan. El problema es que ese propósito se logra a costa de sacrificar la capacidad de endeudamiento y consumo de las personas, dado que ese mayor valor que deben pagar los bancos para financiarse es posteriormente trasladado a los usuarios.
Y aquí es donde entra a jugar la tasa de usura. Por Ley esta equivale a 1.5 veces el Interés Bancario Corriente – IBC. En español, esto quiere decir que la Superintendencia Financiera certifica el promedio al cual los bancos están prestando el dinero y lo multiplica por 1.5. De esta manera, si el IBC es del 10%, la tasa de usura será del 15%.
Lógicamente, como ahora a los bancos les sale más costoso financiarse, el IBC subió y se ubicó en 27.64% para enero, lo que implica que, de acuerdo a dicha fórmula, la tasa de usura llegó a 43.26%. Y es en este punto donde las cosas empiezan a sonar mal. Me explico:
Por lo general la tasa de interés que cobran los bancos en las tarjetas de crédito es muy cercana a la tasa de usura y en muchas ocasiones termina siendo esa en su totalidad cuando hay mora en el pago, lo que genera un círculo vicioso sin fin donde el consumidor no tiene cuando dejar de pagar intereses. En especial los más vulnerables que no tienen la facilidad para cancelar las deudas de contado. En este contexto, bajo las condiciones actuales, los bancos terminan ganando en estas tarjetas 15 puntos porcentuales adicionales al IBC.
Un desequilibrio impresionante que castiga la capacidad de consumo de los hogares, pone contra la pared a los desprevenidos que difieren sus compras a varias cuotas sin ser conscientes de las tasas actuales y termina disparando de manera descomunal las utilidades de los bancos, dado que no es lo mismo multiplicar el IBC por 0.3, 0.5 o 0.8 que por el 1.5 actual.
Por eso, si hay una acción que es necesario adelantar, y en la cual creo que es viable construir un consenso entre Gobierno, Congreso, gremios y consumidores, es modificar la fórmula de la tasa de usura. Es verdad que el País necesita un sistema financiero sólido, pero es urgente detener estos excesos y reducir la brecha abismal que convierten a las tarjetas de crédito en un verdadero infierno para las personas.
Eso sí implicaría un cambio consensuado que facilite el acceso al crédito, incentive la bancarización y fortalezca la capacidad de endeudamiento de los consumidores. Sobre todo, porque con las condiciones actuales las más perjudicados son las familias de menos recursos, quienes en muchas ocasiones no tienen más opción que comprar a cuotas, mientras que la usura no afecta a los más adinerados, quienes sin importar si sube o no seguirán comprando a una cuota para acumular millas con sus tarjetas