Por: Nicolás Pérez
Preocupa demasiado la disparada que ha tenido el precio de la energía en bolsa durante 2023. En nueve meses su valor aumentó de $374 a $1.051, lo cual puede generar una disparada significativa en la factura de energía en varias regiones del País y asfixiar aún más el ya maltratado bolsillo de los hogares. Aquí les explico la razón:
En Colombia existen varias fuentes de energía. La principal es la hidroeléctrica, es decir aquella que se obtiene del agua, la cual genera el 68% del total. Por su parte, las termoeléctricas, que utilizan combustibles fósiles, aportan el 31%. La solar contribuye con el 0.34% y la eólica con el 0.1%.
Como podemos ver, tenemos una altísima dependencia de la energía hidroeléctrica, lo cual se explica, entre otras razones, en que es más barata de producir que la térmica y que se apalanca en las fuentes hídricas que tenemos en el País. Sin embargo, el problema con ella es que depende totalmente de que los niveles de lluvia y los caudales de los ríos estén altos. Las sequías son fatales para su funcionamiento y ponen en riesgo prácticamente toda la operación energética de la Nación, lo cual estamos empezando a ver con el fenómeno de El Niño, donde se anticipa una caída significativa de las precipitaciones.
Si esto ocurre, las hidroeléctricas tendrán que generar reservas para que la operación no quede nula y las termoeléctricas aumentarán su producción. El problema es que estas últimas requieren carbón y gas para funcionar, lo cual es mucho más costoso que el agua.
En parte por esta razón el precio de la energía en la bolsa llegó a máximos históricos y superó los $1.000 por kilovatio hora. El mercado prevé que las sequías generen menos oferta y que cubrir las necesidades energéticas del País sea mucho más complicado, a lo que hay que sumar la incertidumbre que genera este Gobierno en términos de inversión y estabilidad jurídica.
Por ejemplo, los constantes cambios en la política energética del Ministerio de Minas, donde un día prohíben la exploración de hidrocarburos y al otro día la habilitan a regañadientes, no tranquiliza a nadie, al mismo tiempo que la intención del Presidente de asumir las facultades regulatorias de la Comisión de Regulación de Energía y Gas -CREG- e intervenir los precios hace que las inversiones en el sector disminuyan o se encarezcan significativamente para compensar el riesgo que asumen con esta administración.
El problema con esta situación es que el mayor precio de la energía en bolsa puede repercutir en un alza en las facturas de los hogares. Sobre todo, en aquellas regiones donde las empresas del sector tengan que comprar la energía en bolsa o acudir a las termoeléctricas.
Por mencionar unos casos, las empresas de Putumayo, Huila y Cauca adquieren el 80%, 70% y 40% respectivamente de su energía en la bolsa, dependencia que se replica en menor medida en Cali, Nariño, Arauca y el Pacífico. Lógicamente, entre más caro se negocie el kilovatio, más costosa llegará la factura para las familias, generando un efecto inflacionario bastante alarmante.
De hecho, aunque la inflación se ha logrado contener estos últimos meses, es bastante probable que se vuelva a disparar a finales de año. En especial, teniendo en cuenta que en noviembre entrará en vigencia el impuesto a los alimentos que el Gobierno Petro promovió en la reforma tributaria de 2022 y el alza en el precio de los combustibles, que ya no solamente afectará a la gasolina, sino también al diésel después de octubre.Ambos quedarán en $16.000 y ese mayor costo será trasladado al consumidor final.
Y si a esto le sumamos un incremento en la tarifa de energía, no hay bolsillo que aguante. Por todo lado la vida se pone más costosa y el Gobierno pareciera ser indiferente a ello, a tal punto que en vez de tranquilizar los mercados y reducir la incertidumbre, se esmera en hacer todo lo contrario. La situación no es fácil y si no se cambian las cosas que se han hecho hasta ahora, en unos meses la situación energética y económica del País será insostenible.